Entre el cielo y la hierba matutina
una manzana ha sido roída por la
luna,
han taladrado en su pulpa un túnel
jugoso,
clama dentro una voz mi nombre de
poeta.
Danzan la muerte (,
blanca tiza),
con la vida de cuerpo lacustre,
gotea de la jarra del tiempo el
dolor,
se incendia el llanto de los sauces
se derriten los glaciales inermes,
se difuminan los gladiolos
celestiales.
Penetro cauto en la cueva dulce,
la tenebrosa oscuridad me toca,
las sombras se comen el miedo,
el eco de mi voz me dice: ¡solo!
¡solo!, ¡¡solo!!, solo…
Solo en mi soledad de fruta…
araño la débil carne del día…
trago agrio, higo macerado,
ella me espera en la ventana,
sé su cuerpo tenso por el ansia…
Palpo tímidamente el espacio.
Sin rostro ella me llama,
sus palabras rascan mi pena,
canta el mar en la concha:
ecos remotos del diluvio.
Estremeciéndome, la toco…,
vibran las caracolas de mi cuerpo,
tiemblan las amapolas del alma,
burbujas rosadas explotan
deslizan fuego por mis labios,
para que los abra y hable por fin.
“Te amo”,
¡te amo!, ¡¡te amo!!, te
amo…
Extiendo una mano
cubro con la otra mis ojos,
tus manos abrazan mi mano,
y como mi eco dices: …
te amo, solo…te amo…solo…
solos…solos,
solos…
En nuestra soledad de fruta,
con temor a descubrir los ojos,
con temor a soltarnos las manos,
temo no ver más que sombras,
temo sentir nada más que nada.
E insiste tu voz con el eco,
cuando palpito soledades,
te amo, te amo y te amo,
no quiero mirarte, no quiero.
3 comentarios:
...versos encantadores.
...versos encantadores.
basura, perdone la franqueza
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